Imagina esta escena: un amigo llega a tu casa, cargando una botella de ron barato (de esos que te pueden dejar ciego o tonto) y unas bolsas negras llenas de su ropa, que rescató del que alguna vez fue su hogar.
Resulta que lo habían echado sin miramientos, sin opción a defenderse; en otras palabras, lo habían puesto de patitas en la calle.
¿Cuál sería tu reacción? ¿Le abres la puerta y corren por un refresco de cola; o sacan la ropa y juntos planean una vendetta?
Pero no tienes elección, él entra con un olor que delata días sin bañarse.
Algo no encaja, lo echaron hace mucho, ¿por qué pide ayuda ahora? Y trae un ron sin refresco ni botana, ¿tan mal están las cosas?
En este punto, la idea de la vendetta se desvanece.
¿Qué va primero, unos tragos de ron o una ducha?
Comienzas a preocuparte por tu amigo, está destrozado, desanimado, agotado y mientras él se ducha, tú traes los refrescos, botanas (para que el vomito tenga cuerpo) y equipo de apoyo, ya sea para la tomadera o la vendetta.
Él tenía Doloo, mucho.
Su amargura era palpable y su autoestima estaba en el suelo.
Lloró con un dolor profundo mientras desahogaba su corazón.
Nos contó que su esposa no lo dejó entrar a casa durante casi tres semanas. ¿Qué? ¿3 semanas? Ese día, suplicó entrar a casa, pero solo pudo rescatar su ropa del bote de basura.
Durante esas tres semanas, vivió en su Vocho escarabajo de los años 80 y seguía trabajando en el restaurante. Argumentaba que su esposa era celosa, que tenían muchos gastos y que no le alcanzaba.
Los tres hijos de ella (no de él) eran una gran responsabilidad y generaban gastos considerables. A pesar de doblar turnos en el trabajo, el dinero no era suficiente.
Curiosamente, su ausencia de casa era debido al trabajo. Aún con todos esos problemas, soñaba en casarse con ella, a pesar de la diferencia de edad (ella es 15 años mayor). Pero los gastos de la educación universitaria de sus hijos requerían aún más inversión y el dinero nunca alcanzaba, ni pensar en la boda.
Con dos botellas de ron en el cuerpo, él seguía haciendo la misma pregunta: ¿Por qué me está pasando esto? ¿Qué hice mal? ¿Por qué a mi me sucede esto?
Hiciste trampa en el catecismo, por eso te va mal, fue la respuesta de un miembro del equipo de apoyo.
¿Qué? Jaja.
Sí, eso fue, desde el cielo todo lo ven, saben de tu trampa.
Esas respuestas lo hizo reír a carcajadas, rió hasta las lágrimas, y esa risa fue como anestesia al doloo.
Desde ese momento, empezó a abrirse a un nuevo mundo, uno mejor, donde la ilusión de vivir su vida volvía a ser real. El mal olor y el dolor se escaparon por la misma puerta por la que habían entrado.
Te preguntas si volvió a casa, la respuesta es no, ni siquiera le aceptaron la mesada.
Mi opinión no solicitada: Ríete de tus problemas, o inténtalo, si van a pasar, van a pasar, con una sonrisa y un buen ron, la vida se hace más llevadera.
Cuando escribo esto, nuestro amigo, quien ya no tiene doloo, es un exitoso empresario en la industria restaurantera. Se reinventó y comenzó de nuevo. Sigue trabajando mucho, como entonces, pero ahora es feliz y tiene una mujer copiloto en su viaje.
Date cuenta que todo es pasajero. En el camino del emprendimiento, historias como éstas hay muchas… Lo más importante es no perder el ánimo y seguir adelante, ¡siempre trata de tener equipo de apoyo, con ron, botana y refrescos!
Basado en una historia real y contada cada vez que puede por el Cubano del equipo de apoyo, hasta la vista.